El café de los viernes

Este café te lo debo desde hace dos semanas pero estos días me veo un poco atropellada por mi propio ritmo de vida y no puedo llegar a todo. Sí, lo que has leído, no llego a todo.

Pero hoy he decidido tomarme las cosas con calma así que, si te apetece, nos preparamos el cafetito y charlamos un poco, te apuntas?

Si estuviésemos tomando un café empezaría dándote las gracias. Porque gracias al blog, a Instagram y a todas las RRSS en general, y a ti claro, que estás al otro lado de cada una de ellas, yo no dejo de disfrutar de buenos momentos.

El más flipante, ya lo sabes, ha sido el viaje de la semana pasada a Copenhague, que es que lo estoy escribiendo y aún no me lo creo! Pienso en esos cinco días geniales que pasé al lado de Paula y Vero y se me pone la sonrisa en la cara. Y es que este viaje ha sido gracias a Instagram. Qué nadie piense que nos patrocinó (ya nos gustaría! Así habríamos aprovechado aún más el tiempo en las fantásticas tiendas danesas), Instagram no puso un solo euro pero nos hizo el mejor regalo del mundo: la amistad entre tres personas que no habrían llegado a conocerse nunca si no fuera gracias a esta red social.

Y así discurre mi vida ahora: sin olvidar a los amigos de toda la vida pero con incorporaciones 2.0 que ya se han hecho imprescindibles.

Pero el blog también me ha hecho otros regalos importantes. Poder escribir esas cosas que a una se le van pasando por la cabeza, reflexiones sobre mi trabajo como la que compartía hace unos días, que me devuelven un montón de comentarios, muchos procedentes de compañeros con los que, si no fuera gracias al blog y a Facebook, nunca habría tocado estos temas. Porque, aunque no lo parezca, el hecho de comunicarnos por escrito favorece que nos digamos cosas que en persona jamás nos atreveríamos a decir.

Y hablando de regalos, hace unas semanas tuve también varios regalos de los de verdad. Gracias al blog retomé el contacto con una antigua compañera de clases de costura. Después de hablar varias veces de forma virtual quedamos una mañana para tomarnos un café que ella acompañó de varios detalles que me dejaron con la boca abierta: conservas hechas por ella, miel casera y un saco de café original. Por si fuera poco, todo etiquetado con sugerencias de utilización en las recetas de mis menús. Alucinante, verdad? Pero es que, cuando se me estropeó mi máquina de coser en pleno proceso productivo, allí estaba ella con una máquina impecable dispuesta para prestármela. (En honor a la verdad he de decir que, cuando puse en Istagram que se me había estropeado la máquina, aparecieron al momento al menos cinco personas dispuestas a prestarme su máquina. Alucinante, no?). Por si no os lo había dicho esta amiga también es de Lugo y eso, claro está, se nota.

 Pero el regalo más grande de todos es el que me haces tú. Cuando inviertes tu tiempo libre (seguro que escaso que eso lo sabemos todas) en escribirme unas líneas para decirme que eres oncóloga y que recuerde que no sólo las mujeres tienen cáncer de mama, o que acabas de tener tu segundo hijo y te ves superada y recurres a mí para que te diga que todo se arregla, o que te levantas cada mañana de viernes deseando sentarte a tomarte un café conmigo. Este es el regalo más grande y, cada vez que me ocurre, a mí se me arregla el día. Así que gracias por estar ahí y hacerme tan feliz.