Se cierra el telón. ¿Cómo se llama la película? Sí, has acertado, la película se llama Cantábricas en Copenhague y yo te la voy a contar todita, te apuntas?
Esta historia comenzó hace unos meses, cuando Paula (@paulaytu), Vero (@iverina) y yo empezamos a bromear con la posibilidad de darle al click y comprarnos un billete para irnos a Copenhague. Lo que ellas no sabían es que, cuando se trata de viajar, yo soy peligrosa así que su suerte estaba echada. Después de sortear diversos acontecimientos de nuestras agendas llegó el momento: encontramos fechas y le dimos al click.
Compartir ruta con Paula es un verdadero placer: conversación, lectura...y una bolsa de chuches que yo creo que debería haber pagado impuestos de exportación. Fue nuestra comida del primer día. Bien, el viaje marchaba como a mí me gusta: amigas y azúcar a porrillo.
Y llegar a Dinamarca y encontrarte nada más salir por la puerta a Vero dando saltos con sus banderitas danesas y españolas y al pobre Edu encantado de vernos juntas, pero dándose cuenta de lo que se le venía encima, eso es entrar por la puerta grande. En media hora le habíamos colocado las maletas a nuestro chico (colocado de verdad, que fuimos generosas y se las dejamos en el maletero del coche, que no quiero que nadie piense que abusamos de él...) y nos habíamos cogido un metro al centro de Copenhague y te puedo asegurar que, cuando salimos a la superficie, comparado conmigo, Paco Martínez Soria era un hombre cosmopolita. Por más que viaje no deja de sorprenderme la magia de salir de tu casa a las ocho de la mañana y aterrizar en otro país, en otra cultura tan diferente, a las dos de la tarde.
Reconozco que soy un público entregado, yo creo que hay sangre vikinga corriendo por mis venas y cada vez que viajo al norte tengo la sensación de llegar a casa. Copenhague no fue una excepción porque, desde que Vero vive por esos lares, yo adoro esa tierra.
Venía a este viaje sin expectativas. Sólo quería disfrutar de mis amigas y empaparme de la vida danesa compartiendo con Edu y Vero su tiempo y su casa. La parte turística quedó en sus manos desde el primer momento con una única condición: visitar la tienda Sostrene Grene de 2 pisos con tobogán. Simple que es una, jajaja. Pero Vero ya había trazado un plan perfecto que incluía conocer la ciudad, comer en sitios deliciosos, probar el mejor chocolate con nata del mundo, ir de compras y, sobre todo, hacer el payaso ante la mínima oportunidad.
Y sí, lo de la hacer el payaso no es ninguna exageración. Yo creo que no quedó garita, espejo o ascensor en la ciudad donde no dejáramos nuestra huella. Reconozco que fui la promotora de las primeras pero te aseguro que, en cuanto cogieron práctica, a mis dos acompañantes tampoco se les daba nada mal...
Vero nos enseñó sus lagos, sus tiendas favoritas, las mejores vistas de la ciudad y también el museo más bonito del mundo, no tanto por su colección como por la construcción y el emplazamiento del edificio que son espectaculares. Para llegar hasta él le pedimos el coche prestado a Edu y el pobre no supo decirnos que no...he de deciros que llegamos sanas y salvas y prácticamente a la primera. Sólo nos saltamos un desvío pero a cambio nos dimos un paseo por la campiña danesa que nos dejó con la boca abierta.
Ya te decía yo que hicimos el tonto en todos los espejos. La pobre vikinga que miraba para nosotras mientras intentábamos el posado "sexy pero vulnerable" (que al parecer es lo más entre los adolescentes...) todavía está a tratamiento psicológico...
Como somos muy de venirnos arriba pensamos, ahora que ya conocemos bastante bien Copenhague y que lo del coche lo tenemos dominado, podíamos "acercarnos" a Malmö. Y, qué hay en Malmö? Pues un casco antiguo muy bonito, un faro y una playa con unos muelles ideales. Ah! Y unas cuantas tiendas también...
El viaje fue una delicia: entre risas descubrimos que los daneses son unos muermos conduciendo, que no señalizan cuando se termina un carril por obras y que si te confundes en el peaje, está bien visto que des marcha atrás 100 metros para colocarte en el carril correcto. O está bien visto, o no nos dimos cuenta de lo contrario porque era noche cerrada...(Edu, si lees esto, no nos lo tengas en cuenta. En serio, tu coche no corrió ningún peligro...)
Soy muy afortunada. La vida puso en mi camino a estas dos personas maravillosas y yo supe reconocerlas al momento. Disfrutamos de unos días increíbles juntas en los que sólo hubo risas hasta las agujetas y charlas hasta caer de sueño. Nos despedimos con lágrimas en los ojos y eso que volvíamos a casa y que a los diez minutos de dejarnos ya habíamos encontrado wifi y estábamos guasapeándonos sin parar. Mis cantábricas (y por supuesto el gran Edu) han sido uno de los grandes regalos de este año. Desde que hemos vuelto no dejamos de darle vueltas a nuestro siguiente encuentro. Yo creo que el próximo será en España en Navidad, pero para el siguiente capítulo de #cantábricas ya estoy mirando vuelos. Yo que tú iría haciendo la maleta...
Despertarse y sin haberte tomado el café y con las legañas aún pegadas darme un paseo por las nubes, recordar unos días con la mejor de las compañías, revivir sin lugar a dudas los mejores días de octubre y ponerme a llorar porque muero de ganas de veros, de reírnos, de charlar, de achucharnos... Solo tú podías contarlo tan bien!! Besines from Denmark
ResponderEliminarMuriéndome de envidia, pero mucha mucha, al siguiente Conchi y yo nos apuntamos sin dudarlo!! Me alegro de que vuestro viaje fuese genial!! Besos
ResponderEliminarY yo y yo!! Bueno, eso si me queréis a bordo, porque claro, yo en vez de chuches reparto manzanas y eso no mola tanto! jajajaja
ResponderEliminarBravo por estas chicas "maleta fácil" yeah!
Solo 3 comentarios??? Esta claro ... La envidia nos deja sin palabras
ResponderEliminarDan ganas de apuntarse! Y las fotos preciosisimas!
ResponderEliminarBesos,
Queremos llevar a los niños a Dinamarca.... te llamo pronto y me cuentas! un besiño
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