Soy perfeccionista. No puedo evitarlo. Eso no quiere decir que luego el resultado de lo que hago sea perfecto ni mucho menos, pero yo tengo que darle mil vueltas a todo. Un año y medio para decidirse a escribir la primera frase en mi blog es mucho tiempo. He leído libros, eh hecho cursos, sigo mil blogs...y nada, no me decidía. Hasta que llegó hello creatividad a mi vida.
Estando de vacaciones me enteré de que se organizaba un curso para bloggers principiantes. Ésta es la mía, pensé; si hago este curso ya estaré preparada. Y me apunté. Pero el curso comenzaba en Noviembre. Demasiado tiempo. Tiempo para seguir pensando en mi blog, dándole vueltas, soñando con él...hasta que llegó el día.
Empecé el curso y me enganché. Primero con miedo, pensaba que todos los participantes tendrían experiencia, unos blogs preciosos y que yo iba a ser la única novata. Tan novata que, aunque ya tenía diseño, no había escrito ni una línea. Pero no. Resulta que había gente con experiencia, gente sin blog y otra con miedo a empezar. Como yo.
Así que, con estos compañeros y unas profesor geniales, yo empecé a sentirme como pez en el agua. Y entonces con el empujón del curso y el ultimátum de mi chico ( que llegó a coger mi ordenador y escribir las primeras palabras del blog) me decidí. Justo después de publicar la primera entrada llegó el desafío que nos planteaban en el curso: hacer y publicar un moodboard.
Y, como siempre, aquí estoy a última hora (el plazo del curso termina hoy) acabando este post para enseñaros mi moodboard, que es una palabreja de esas de moda que significa algo así como collage o tablero de ideas acerca de un tema. Y éste es el mío...
No sólo es un collage de mi blog sino también de mi vida, que es lo que pretendo reflejar en él: mis sellos, washi-tapes, libros de calceta y costura, lanas, telas (de black oveja), mi nube, mi reloj (un Omega de más de 50 años que era de mi adorado abuelo) y, por último, aunque no menos importante, la que pretende ser mi filosofía de vida y mis chicos, que son mi vida.